El espectro de la piedra

Era el día de la natividad de nuestro señor Jesucristo, y Apolinar Juárez disfrutaba en amena compañía la festividad más importante del año, mas no imaginaba lo que acontecería la madrugada de aquel día.
Ya entrada la madrugada siendo un aproximado de las 2 de la mañana, el, su esposa y sus hijos decidieron salir al patio a encender una fogata para pasar el resto de la velada en familia y recordando anécdotas y chascarrillos. Pero al ver una gran piedra que destacaba por su blancura, como si fuese una lápida, el señor les dijo:
-Hace como diez años, al salir antes de que amaneciera con dirección al trabajo, sobre esa piedra del terreno del vecino ¿la ven? , vi a un aciano vestido de blanco algo así como si fuese la tela que le llaman manta, estaba ahí sentado, como tal vez pensando, cuando lo saludé solo movió una mano como si estuviera muy cansado, luego se agacho y me señalo la tierra.
Todos los presentes que escuchaban el relato de don Apolinar sintieron escalofrío.
-Ahora que lo dices- menciono su esposa, ahí una vez vimos salir lumbre mi hermana y yo, cuando salimos al baño en la madrugada. Pero ya hace mucho tiempo de eso. Pues aun todavía no nacían nuestros hijos.
-¿Qué crees papá?- dijo su hija, la mayor. Una vez que entre al cuarto que tiene la ventana con vista hacia aquel lugar, también vi como una llama muy alta salía de la tierra, y al mismo tiempo sentí como si alguien me empujase hacia ella.
-¿Enserio? , dijo incrédulo el menor de los niños. Y con temor sugirió: Mejor vamos a meternos.
-Esperen-, gritó Manuel, el de mediana edad de los niños.-Miren la lumbre-
-¿Dónde?-, preguntaron todos casi a una sola voz.
-Ahí, en la fogata-, dijo queriéndose hacer el gracioso y soltando una sarta de carcajadas.
Por lo cual fue reprendido por su madre dándole un pequeño golpecito en la cabeza, argumentando que todos estaban muy tensos con el relato y la coincidencia de que varios integrantes de la familia habían visto algo similar en ocasiones anteriores, por lo cual sugirió sería mejor regresar a la casa.
Para entonces el señor, el cual ya estaba pasado un poco de copas, se dirigió en busca de un pico y se encaminó a aquel paraje.
-¿Y a ti que te pasa?- preguntó extrañada su mujer, la cual se encaminaba rumbo a la casa en compañía de los niños.
-Quiero ver que hay debajo de la piedra plana, pues desde que llegamos a vivir aquí nadie la ha removido, y ya me entro la curiosidad.
-No papá -, dijo su hija la mayor un poco pálida y mostrando terror. A mí me da mucho miedo que vayas a esta hora, mejor espérate a que amanezca mañana.
-Si papá – argumento otro de los hijos, puede ser una tumba o algo así.
El señor se detuvo por un momento recargándose en el mango del pico que llevaba consigo.
-Si verdad, alguien ha de estar enterrado ahí desde hace mucho tiempo.
Todos se fueron a dormir, pero a eso de las 4 de la mañana unos susurros despertaron a don Apolinar. No entendía nada, pero dicho sonido parecía venir de afuera. Pese a su borrachera que poco había mitigado con el sueño, salió, tratando de no hacer ruido. Atravesó el patio con rumbo hacia donde parecía provenir aquella voz, cuando de pronto una sombra se cruzó en su camino.
Se quedó parado sin querer moverse un buen rato. A la luz de la luna todos los objetos conocidos de su terreno parecían adquirir proporciones amenazantes y aterradoras.
-Dios ¿Qué hago aquí? ¿Quién me habla?, no veo a nadie.
Entonces descubrió a un anciano de sombrero vestido de blanco, sentado sobre la piedra del baldío. Era el mismo que había visto una década atrás.
El anciano se mantenía erguido y parecía mirar a don Apolinar.
Éste con voz quebrada pudo articular:
-¿Quién eres y que buscas por aquí?
Pero aquel anciano, cuyo rostro ocultaba la sombra del ala de su sombrero, se mantuvo inmutable.
-¿Quieres una oración o alguna misa para el descanso de tu alma?
-¿Dónde está tu cuerpo?, insistía don Apolinar en hacerlo hablar. ¿Y tú dinero?
Sintió que la piel se le enchinaba al ver que aquel espectro se incorporó y se dirigía con paso firme hacia él. Don Apolinar dio la vuelta y corrió con rumbo a su casa. Atranco sin querer ver aquel espectro qué venia aun hacia él y paso toda la noche despierto.
Al día siguiente el señor se decidió a escavar bajo esa piedra. Con una barreta la levantó, pero descubrió solo piedrecitas menudas y basura que se habían colado ahí con la fuerza del viento.
Se dice que una compañía constructora fue a levantar tiempo después unos locales comerciales a aquel baldío, tiempo después de que muriera don Apolinar a raíz de una rara enfermedad que le sobrevino posterior al encuentro con aquel ser.
Los trabajadores de dicha obra encontraron debajo de aquellas piedrecitas puestas al descubierto por don Apolinar, el cadáver de un hombre de edad avanzada junto con una olla de barro con algunos centenarios. Que hubieran sacado de la pobreza a la familia de Don Apolinar Juárez Saavedra, de haberse decidido a esperar a pie firme el fantasma que parecía querer decirle algo acerca de la última pregunta que le formuló

que tal compañero, reciba un cordial saludo y gracias por compartir esta historia con el foro, esperamos nos escriba otras historias !!!

Un cordial saludo camarada y que buena historia, ni hablar se le fueron esos centenarios por el miedo.