el anima de cuquita,,,,

que tal compañeros , les traigo un relato 100% x100% lagunero es ,al menos me lo contaron veridico

espero les guste,,,

Cuquita

Realmente, nadie sabe quién fue en vida Cuquita de la Fuente, algunas personas dicen que era una mujer muy rica y asaz culta que había vivido en Viesca, propietaria de casas y terrenos en este pueblo. Mi padre Salvador, me decía que él no conoció a ninguna Cuquita con este apellido, ni siquiera a un pariente de ella; por consecuencia todo queda en el misterio.

Lo que voy a relatarles respecto a Cuquita, aconteció en Viesca Coahuila a principios del siglo XX, en el seno de una familia humilde y sencilla: la de mis abuelitos Martín e Higinia (a los que yo cariñosamente les decía papá y mamá respectivamente) integrada por diez hijos de ambos sexos, unos pequeños y otros en los albores de su juventud. Todo lo acontecido lo supe a través de mis tíos, nada es de mi cosecha, así es que ustedes juzguen.

Cuquita, un ánima en pena, empezó a manifestarse por medio de cartas, las cuales aparecían en casa de mi papá, sobre una silla o encima de un buró, y en ellas entre otras cosas, les pedía le mandaran decir misas para que Dios le favoreciera con el eterno descanso de su alma.

Generalmente, las cartas se las dirigía a mi mamá. Una vez le contó:

“Doña Higinia, no tiene usted la menor idea del recibimiento que el Señor les hace a las almas buenas; el dintel y el umbral de la puerta de acceso a la antesala celestial semejan un rosicler; el camino, una especie de pasarela que conduce al hogar habitado por el Altísimo, está alfombrado de flores sedeñas multicolores y bordeado de árboles frondosos que al sentir la caricia de la brisa celestial y escuchar el armonioso canto de las aves mecen sus ramas acompasadamente; los querubes, serafines, ángeles y arcángeles alegremente esparcen el aroma exquisito que sutilmente exhalan esas flores, sobre las copas de los árboles, convirtiéndose sus hojas en estrellas, las cuales con su esplendorosa luminosidad no permiten la entrada a la oscuridad.

Cuando el alma está por llegar a la entrada del empíreo, empiezan a escucharse los coros celestiales cantando jubilosamente el Hallelujah “aleluya” de Handel. Lo que aconteció dentro del empíreo después de esta extraordinaria recepción, lo ignoro, porque aún no me está permitido entrar al sagrado recinto donde vive y reina el Creador de todo lo infinito y bello, el Dios divino, omnipresente, que ama y bendice; no el Dios autoritario que nos enseñan a temer, ni el iracundo y vengativo que hizo llover azufre ardiendo sobre Sodoma y Gomorra, Génesis 19-23, y otras atrocidades que inexplicablemente los autores del Viejo Testamento, por alguna sinrazón le atribuyen al Amo universal; algo que estando yo en vida nunca pude comprender ni creer.”

Me contaban mis tíos que la fecha de esa carta coincidía con el fallecimiento del doctor homeópata don Francisco González de la Fuente, probo ex presidente de Viesca y filántropo. Por ende mis papás pensaron y creyeron que el alma referente de esa célica recepción, era la de ese gran señor.

Un dos de noviembre después de haber bautizado a Daniel, uno de sus hijos, en la iglesia de Santiago Apóstol, ya estando en el panteón le cayó un centavo sobre su ropón. Por la noche recibieron una carta de Cuquita que decía:

“Doña Higinia, hoy a las doce del día cuando el Señor sale del Empíreo para bendecir a la humanidad, estuve con ustedes, y como prueba, yo dejé caer el centavo en el ropón del niño Daniel.”

Mis papás se dedicaban al comercio. En una ocasión que iban en su carretón tirado por dos mulas hacia la Hacienda de Hornos a vender su mercancía, en pleno camino a mi papá se le antojó una manzana, y mi mamá muy diligente trató de hacérsela llegar, pero por más que buscó la arpilla donde las habían echado, no la encontró; él, algo molesto le cedió las riendas a ella, para buscarla, pues estaba seguro que las había subido, pero tampoco las halló. Una vez que llegaron a su destino, al bajar la mercancía apareció la arpilla con las dichosas manzanas. Ya en Viesca, se enteraron por sus hijos del envío de una carta de Cuquita en la cual les decía:

“Hoy tuve el agrado de acompañarlos en su viaje a la Hacienda de Hornos, y para demostrárselos yo les escondí las manzanas”.

Tal vez como agradecimiento, esta alma en pena le quiso dar a mi papá un tesoro que estaba enterrado en el terreno de una casa contigua a la suya, el cual le prometió desenterrarlo y trasladarlo a la casa de su propiedad. La noche que se llevó a cabo su traslado no hubo visiones fantasmales ni nada por el estilo, solamente se escucharon los ruidos de los picos y las palas utilizadas tanto para de su desentierro como para el entierro.

Cuquita, en una carta le solicitó a mi papá, que para extraer el tesoro se hiciera acompañar de una persona de su absoluta confianza, y el día de su extracción los dos deberían estar confesados y haber recibido la sagrada comunión.



Cumplido con lo solicitado por Cuquita, esa noche se acostaron juntos mi papá y un amigo suyo de nombre Marcos Soto. Pasadas las doce de la noche sintieron en medio de los dos una presencia que les dijo: “es la hora.” Se levantaron, y guiados por una sombra fueron al lugar indicado por ésta y empezaron a excavar; al poco tiempo, el pico utilizado por Marcos topó con algo duro; era un cofre el cual inmediatamente sacaron, y con mucho cuidado lo abrieron tapándose con un paliacate nariz y boca para no aspirar los gases que se desprenden del oro, pero desafortunadamente, éste solamente contenía carbón. Al día siguiente apareció una carta de Cuquita que decía:

“Don Martín, no fue la voluntad del Señor darle el tesoro, porque sus hijos ya andan en malos pasos, y El, no quiere que usted y doña Higinia sufran, pues ellos con esa fortuna, acabarían siendo víctimas de todos los vicios”

Lorenzo, uno de sus hijos ya empezaba a tomar y para que mis papás no se dieran cuenta, se iba a trabajar a los ranchos y allí se daba ese gusto. Cuquita, en una carta les informó:

“Tengan mucho cuidado con el niño Lorenzo, porque sus amistades no son nada recomendables, pues lo están induciendo por el camino de las bebidas embriagantes, cuyo efecto no solamente alegra el corazón del hombre, sino que en algunas ocasiones también, entre otras cosas desagradables, conllevan a cometer crímenes, robos y todo tipo de delitos.”

Cuando Lorenzo llegó de los ranchos donde trabajaba, mi papá, haciendo alusión a la carta de Cuquita, lo reprendió duramente; éste negó los hechos, argumentando que Cuquita no existía, que “Pola” (una prima) era quien escribía las cartas. Al día siguiente Cuquita les escribió:

“Estimados doña Higinia y don Martín, como el niño Lorenzo no cree en mí, llévenlo al panteón a las doce de la noche para que me conozca, de lo contrario, deberá rezarme un rosario durante treinta días.” Por lo que éste presionado por mi papá, optó por los rezos.

Desconozco cuánto tiempo anduvo penando en este mundo el alma de Cuquita, el por qué, ni cuál fue su misión, sólo supe que antes de irse les envió una carta en la que se despedía y les agradecía las misas que en su nombre mandaron decir; dejándoles como recuerdo un reloj de oro de bolsillo y un misal, los cuales me obsequió mi mamá Higinia; el primero lo extravié y el segundo por ahí anda entre mis libros. También les dijo que ellos ni su familia nunca padecerían hambre y que iba a estar presente en la hora de su muerte.

Dicen que cuando mi papá Martín agonizaba, se escuchó un ruido como la alarma de un reloj despertador; respecto a mi mamá Higinia, no supe si ocurrió algo raro en los últimos momentos de su vida.



Olvidaba decirles que Cuquita jamás les ocasionó temor, pues se acostumbraron tanto a ella, a tal grado, que extrañaban sus cartas cuando tardaba en escribirles.

A los pocos días que se despidió, ocurrieron cosas muy raras en la casa de mi papá, por ejemplo: caían flores de los techos; repentinamente aparecían pequeños altares en las paredes, con sus respectivas veladoras, que de la misma manera desaparecían, y por algunas noches les apedrearon la puerta de la casa, y otras más que me contaron, pero que lamentablemente escapan a mi memoria.

Esta es la historia del ánima de Cuquita de la Fuente. Quien haya sido y donde quiera que se encuentre: descanse en paz….

que tal compañero, reciba una felicitación y gracias por compartir esta interesante historia de su familia!!

buen relato, pero no he visto fantasmas jamas!!! la historia esta como pa un libro... con todo respeto camarada... bien narrada!!! gracias por compartir!!!

gracias por leer la historia , tiene mucho de verdad ,,,, CELESTIAL,,,

Chulada de historia compañero, gracias por compartirla, la verdad me trasnsporte.....al pasado.

EXCELENTE.

Que buena historia camarada y una pregunta, que hicieron con el cofre???

en realidad no se compañero , pero lo que si me comento mi compa que las cartas existieron pues su papa las conservava de recuerdo, pero es la primera vez que se de este tipo de contacto por almas en pena,,,